Carlos Giménez Soria
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Z: obra pionera del cine político
Junto con Gillo Pontecorvo y Francesco Rosi, el cineasta greco-francés Constantin Costa-Gavras ha sido el máximo representante del cine político, corriente surgida a mediados de los años 60 y definida por su carácter marcadamente reivindicativo e izquierdista. Actualmente este autor es conocido por una serie de obras que ponen de manifiesto su ideología política por medio de la aproximación a los diferentes conflictos que han atenazado al mundo durante el siglo XX. Conflictos tales como el colaboracionismo del gobierno norteamericano en el golpe de estado de Chile (Desaparecido), la Checoslovaquia estalinista (La confesión), la Francia del régimen de Vichy (Sección especial) o la problemática palestino-israelí (Hanna K.). No obstante, la película que dio fama internacional a este autor fue Z (1969), que abordaba el asesinato del líder pacifista Grigoris Lambrakis como causa inmediata de la dictadura de los coroneles griegos.
La novela de Vassili Vassilikos que recoge este hecho fue a parar a manos de Costa-Gavras gracias a la recomendación de su hermano. Tras el golpe de estado en Grecia, el cineasta sintió la necesidad de trasladar la historia a la gran pantalla y, para ello, contó con la inestimable ayuda del escritor Jorge Semprún. La colaboración de ambos dio como resultado un guión que recogía con detalle las desafortunadas circunstancias que condujeron a la muerte del diputado Lambrakis, sin aludir específicamente al país natal de Costa-Gavras. De todos modos, si bien esta indeterminación geográfica fue una decisión voluntaria, no fue menos deliberada la idea de corroborar la implicación política de los autores mediante el siguiente rótulo que aparece durante los títulos de crédito:
Tras semejante declaración de intenciones era de esperar que los hechos acaecidos fueran escrupulosamente retratados.
Costa-Gavras muestra en Z todo lo concerniente al affaireLambrakis y, en un epílogo final, explica el advenimiento del régimen fascista como reacción a la actitud de protesta liberadora del pueblo. El verdadero talento de este cineasta se halla en la estructura dramática empleada para narrar los hechos. Si bien conocemos las amenazas que se han difundido contra la persona del diputado (Yves Montand) desde el mismísimo arranque del film, la revelación de todo el entramado político y de la confabulación entre las autoridades policiales y los sicarios del atentado se va produciendo paulatinamente por medio de una inteligente estructura de flash backs. La primera hora de película nos muestra los hechos y la segunda realiza constantes saltos temporales de presente a pasado para darnos a conocer las causas ocultas y la existencia de un complot previo que desmiente la idea del accidente que sostiene la policía. El pluriperspectivismo que revela las distintas declaraciones de los testigos nos transmite una rápida sensación de inestabilidad política que se transforma en una visión amenazadora del entorno. La sensación de caos e inseguridad dentro de la Grecia del momento está reflejada en Z de un modo escalofriante que impacta inicialmente en el espectador para producirle, al término de la película, un sentimiento de solidaridad hacia las naciones oprimidas por regímenes dictatoriales.
Otro elemento de peso, sobre todo a la hora de situar alusivamente el escenario geográfico de esta historia, es la banda sonora compuesta por el músico griego Mikis Theodorakis, popularmente conocido por la partitura de Zorba el griego (1964). Los acordes de este estilo de música tan tradicional y autóctono nos remiten de inmediato a la idea más universal de Grecia, aunque obviamente la película no pudo ser rodada allí debido a la coyuntura política del país.
El éxito de la película fue inesperado y se debió en gran parte a la efervescencia del Mayo francés y del movimiento hippie, que apoyaron el mensaje reivindicativo y liberador que postulaba Costa-Gavras para su país. En España, fue prohibida por la censura franquista y no pudo estrenarse hasta 1977. Otros países como México, Portugal, Marruecos, Brasil y la India tampoco tuvieron acceso a esta obra por razones políticas. Y, por supuesto, en Grecia fue tajantemente prohibida. La repercusión de Z fue tan grande que, a pesar de la precariedad de medios con que fue rodada, se alzó con cinco nominaciones a los Oscar de Hollywood de 1969, convirtiéndose en el primer film nominado simultáneamente en las categorías de Mejor Película y Mejor Película Extranjera (premio que ganó junto con el de Mejor Montaje). En el Festival de Cannes, consiguió el reconocimiento público al otorgársele el Premio del Jurado y el Premio al Mejor Actor para Jean-Louis Trintignant, que realizó una de las interpretaciones más soberbias de su carrera encarnando el personaje del juez. Históricamente, el film ha jugado un papel decisivo en la evolución de un género tan importante en la década de los 70 como fue el cine político. Es por eso que aún hoy en día, cuando este género ha perdido gran parte de su popularidad tanto entre la crítica como entre el público exigente, Z sigue ocupando un lugar de honor entre las obras nacidas a la luz de esta corriente, ya sea tanto por su calidad artística como por su carácter pionero. |
© Carlos Giménez Soria
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